Historia de Tico
Tico llegó a nuestras vidas de una manera que parecía casi predestinada. Junto a su hermano Guille, fue abandonado en un camino cercano a nuestra casa, con apenas unas semanas de vida. Los pequeños maullidos de socorro de su hermano resonaron en nuestros corazones, y aunque no estábamos en condiciones de acoger más animales en ese momento, no pudimos ignorarlos. Aquella tarde, mientras mi hijo y yo disfrutábamos del jardín, escuchamos esos maullidos desesperados que nos obligaron a salir a buscarlos. Ahí estaban, dos pequeños gatitos, tan indefensos y frágiles. Guille, con su personalidad más atrevida y extrovertida, era el que llevaba la voz cantante. Tico, más tranquilo y prudente, lo seguía de cerca.
Nuestra intención inicial era encontrarles un nuevo hogar, pero el destino tenía otros planes. Nadie parecía querer adoptar a estos dos pequeños, y con el tiempo, sin darnos cuenta, ya se habían convertido en parte de nuestra familia. Era imposible no encariñarse con ellos. Tico, en particular, tenía una forma de ser que lo hacía especial. A diferencia de su hermano, siempre era más calmado, más reflexivo. Observaba el mundo con esos preciosos ojos verdes que parecían contener una sabiduría silenciosa, una serenidad que pocas veces se encuentra.
Tico también tuvo un comienzo difícil en términos de salud. Llegó con un resfriado muy fuerte que luego contagió a Guille. Fueron tres meses de cuidados intensivos, visitas al veterinario y tratamientos naturales. Pero, a pesar de todo, siempre fue un gatito alegre. Jugaba con su hermano, comía con gusto y parecía disfrutar de cada pequeño momento. A veces, mientras lo veía estirado en el suelo o persiguiendo sombras con esos ojos brillantes, no podía evitar sentir que había algo profundo en su espíritu, algo que lo conectaba de una manera especial con el mundo que lo rodeaba.
Con el tiempo, conocí cada rincón de su personalidad. Le encantaba jugar con los punteros de la televisión o del ordenador, y siempre nos quedó la espina de no haberle comprado un puntero láser, algo que seguramente le habría encantado. Tico tenía una forma de jugar que lo diferenciaba de su hermano, era más calculado, más atento, y eso lo hacía único. Sin embargo, de la misma manera en que llegó a nuestras vidas, Tico se fue sin previo aviso. Un día, simplemente se levantó más cansado de lo normal. En cuestión de horas, su vida se apagó en el veterinario, probablemente a causa de la leucemia felina, una enfermedad silenciosa que, sin saberlo, lo acompañó desde su nacimiento.
Su partida fue un golpe devastador. No hubo tiempo para prepararse emocionalmente, no hubo advertencias. En un instante, se fue. Fue difícil aceptar que no había nada que pudiéramos hacer, que su destino ya estaba escrito. Me quedo con la paz de haberle dado el amor y los cuidados que merecía en su corta vida, pero la tristeza de su partida repentina sigue pesando en mi corazón. Desde que escribo estas letras, tres meses han pasado desde aquel día, y aún lo echo de menos. Sobre todo, lo noto cuando veo a su hermano Guille, que aunque tiene una personalidad distinta, compartía un lazo inseparable con él. Solíamos llamarlos «los mellis» por lo parecidos que eran, y su ausencia ha dejado un vacío tangible en nuestro hogar.
Tico, con su mirada dulce y esos ojos verdes esmeralda, siempre será recordado. Su carita simpática, con esa nariz un poco ancha que lo hacía tan particular, está grabada en mi memoria. Su historia, aunque breve, fue profundamente significativa. Y este retrato que he pintado es mi manera de honrar su vida, de capturar la esencia de un ser que, aunque no estuvo mucho tiempo con nosotros, dejó una huella imborrable en nuestros corazones.
El amor que le dimos, los juegos que compartimos y los cuidados que le brindamos, todo eso se refleja en esta pintura. Para mí, Tico siempre será esa pequeña alma tranquila, un ser especial que vivió su vida con dignidad y que nos enseñó, sin decir una palabra, el valor de la presencia y el amor incondicional. Su historia continúa a través de mi arte, y espero que, al verla, otros también puedan sentir un poco de la magia que fue compartir nuestra vida con él.